María Kodama fue poseedora de un juicio crítico hacia cualquier acto que la restringiera a hacer un uso debido de su libertad. En ocasiones, ella misma supo describirse ante la prensa como una hedonista; dispuesta a sacarle al tiempo la máxima satisfacción. Tras el fallecimiento de la escritora -ayer, a los 86 años- nos queda recordar sus discursos, llenos de constantes anécdotas (reiterativas, casi atemporales) o bifurcaciones temáticas para evitar que la gente ahonde demasiado en los pasajes menos encantadores de su intimidad.
Como principal guardiana del pensamiento de Jorge Luis Borges -con quien mantuvo un vínculo afectivo que duró más de 11 años- Kodama logró conocer a fondo los verdaderos laberintos y espejos del autor, además de construir juntos una historia de amor que dio de qué hablar. Hasta el último momento, la traductora estuvo a cargo de la Fundación Internacional Luis Borges (fundada en 1988) y procuró conservar a través de disertaciones, entrevistas y correcciones académicas el legado del creador de “Ficciones”.
Ese impulso la condujo a viajar hasta Tucumán en varias ocasiones. El 16 de octubre de 1990, Kodama fue invitada por las autoridades provinciales a la inauguración de un monumento alusivo a Borges en la plaza Urquiza. Además, como parte del cronograma, la visitante brindó una conferencia universitaria sobre interpretación y análisis literario. Tres días después, su recorrido continuó por Aguilares. El motivo fue la inauguración de una nueva sala de lectura en la biblioteca popular Ricardo Rojas; espacio al cual se le impuso el nombre del erudito.
Una segunda visita llegó el 19 de abril de 2007 cuando LA GACETA la convocó para ser parte de un ciclo de conferencias con personalidades destacadas. El evento fue en el Centro Cultural Virla y la protagonista no dudó al ofrecer su punto de vista sobre los planteos metafísicos que Borges esgrimía en sus obras, el valor de las biografías y algunos libros publicados por colegas luego de la muerte del autor.
Breve biografía de María Kodama
Hija de María Antonia Schweizer y Yosaburo Kodama (un bioquímico japonés que migró a Argentina) la escritora fue criada bajo el modelo asiático; con un espíritu de autosuficiencia e instancias de reflexión permanente sobre el entorno. En su hogar, las conversaciones eran entretejidas en inglés y en español, pero el japonés -por prohibición de su madre- recién pudo practicarlo durante la adultez. Pese a dicha carencia, Kodama colaboró activamente en la difusión de la cultura nipona, una fascinación que compartió con Borges.
“Desde una perspectiva cultural, supongo que he incorporado una de loas formas más sofisticadas de sentir el mundo y la literatura. Sofisticada no en el sentido peyorativo, sino en un sentido de delicadeza y de reflexión sobre la formad e sentir. Y también, principios muy claros sobre o que es el deber, la responsabilidad, el respeto por el otro, la humildad”, supo expresar en una entrevista ofrecida a nuestro diario (“Borges decía que publicaba para exorcizar”) en 2007.
Al finalizar la secundaria, Kodama estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y luego se desempeñó como docente universitaria y traductora formal. “Una de las piezas más maravillosas que muestran la sinergía intelectual entre ella y Borges es Atlas (1984), un libro que recopila (mediante escritos, fotografías y breves notas) los viajes que ambos emprendieron por el mundo. El mismo impulso de colaboración se muestra en Breve antología anglosajona (1978)”, comenta Elsa Renard, profesora de literatura argentina y regional.
Por su cuenta, a la profesional se le atribuyen los títulos “Homenaje a Borges” (2016) y “Relatos” (2018); la presentación de este último (un compilado de cuatro cuentos) fue lo que la condujo a un último encuentro con Tucumán.
Defensas y reticencias
Aunque la mística de su romance entre literatos vende, la relación entre Kodama y Borges no escapó del escándalo. La escena es descrita hasta el hartazgo en cualquier relato que evoque su historia: a los 16, ella caminaba por calle Florida (Buenos Aires) cuando sin querer atropelló al escritor por andar a las apuradas. En ese entonces él tenía 54 y fruto de esa coincidencia surgió una invitación para estudiar juntos lenguas antiguas.
Con el paso de los encuentros lo académico se volvió personal: brillaron las referencias a su amor en algunas poesías y textos, pero también las peleas familiares debido a la gran diferencia de edad y las exigencias del autor. En sus idas y vueltas, la historia (tonalizada como un verdadero drama amoroso) incluye el casamiento de Borges con la escritora Elsa Astete Millán (en 1967) y su separación tres años después.
Casamiento en Asunción
El 26 de abril de 1986, con la enfermedad de Borges en una etapa en extremo avanzada, la pareja tuvo una segunda oportunidad. Pocos meses antes de la muerte del escritor, formalizaron su casamiento en Asunción del Paraguay. “La relación con Borges era como el mecanismo de un reloj que de entrada marchaba en armonía, sin necesidad de estar limando o ajustando cosas… fue una experiencia fascinante que tuve, que tengo que agradecer al destino. Mi vida con él fue una suma de cosas que el azar armó de ese modo”, rememoró en otra de las conversaciones mantenidas con LA GACETA (“Llegó María Kodama y habló de su relación con Borges”) en 1990.
Tras la muerte del gestor de “Historia universal de la infamia”, Kodama fue nombrada heredera universal de su obra y optó por perpetuar la memoria de su esposo hasta sus últimos días. “Una de las grandes críticas o puntos de debate sobre su figura aluden precisamente a cómo pasó a ser la voz canalizadora del universo Borges; mientras que miró con desinterés la publicación de su propio material. En algunas entrevistas icónicas, ella llegó a alegar que su área no era la escritura, sino la enseñanza y que el poco material publicado se debía a la presión social o de terceros antes que a un impulso interno”, agrega Renard.
Sin embargo, este punto implica una de las grandes hazañas con que será recordada. “Kodama supo transmitir a la perfección una conexión entre el presente y el pasado, representaba una voz viva de referencia para entender, inmiscuirse en Borges; no sólo como escritor sino humano”, destaca la especialista.